jueves, 2 de noviembre de 2017

Los fuegos de la envidia

A veces siento algo que no puedo reconocer ni ante mí misma. A veces veo el amor que se tienen algunas personas y siento algo muy raro en el estómago, es una mezcla de tristeza y enojo. Algo horrible nace en mí, como si no soportara ver la felicidad ajena. Es como una angustia, una nostalgia por algo que tuve y ya no tengo, pero no sé que es.
Cada vez que veo que alguien tiene eso que yo no tengo se me enciende un fuego, algo espantoso que odio sentir. Me niego a reconocerlo, pero creo que ese fuego que siento, es envidia.
Hay dos motores que mueven a la humanidad, uno es deseo y el otro la envidia, o sea desear lo que desea o tiene el otro. Todos tenemos deseos, son el motor de nuestra vida, no es malo tener deseos, pero cuando no alcanzamos lo que deseamos y lo alcanza otro, ahí nace la envidia.
Nadie desea lo que nadie desea, por ejemplo: Una pieza llena de juguetes y dos niños dentro de la pieza, uno agarra un juguete y el otro por supuesto quiere el mismo juguete. Es decir, está en la naturaleza sentir algo de envidia.
Cuando alguien tiene algo que nosotros no, nos decimos a nosotros mismos: “que maldita, que idiota, que huacha” son expresiones simpáticas teñidas con unas gotitas de envidia, nada grave. “Envidio el vestido que tiene mi amiga, pero bueno, yo voy a tener otro también”.
Pero hay otra envidia que es mucho más peligrosa… la envidia del ser. La envidia del ser es algo tan profundo que a veces casi no lo podemos ver, es decir, ya no envidio lo que tiene el otro, si no que envidio lo que es el otro.
Los fuegos de la envidia tienen poderes casi sobrenaturales, son fuegos que pueden arrasar con todo, pero también te pueden encender un motor.
La envidia no es más que un recordatorio de que algo no estamos haciendo para cumplir nuestros propios deseos. Hay que luchar por nuestros deseos, no darse por vencido nunca. No existe fuerza más poderosa que el deseo, es  indestructible. Nuestro deseo es lo único capaz de apagar el fuego de la envidia.
Cuando sientes envidia te sientes mala, es algo que no nos gusta, algo que nos mata.
Un envidioso envidia algo que puede conseguir, pero un resentido, eso es peor, porque un resentido sabe que jamás va a conseguir eso que tanto envidia.
Sentir que no podemos ni podremos lograr eso que queremos, genera vergüenza y dolor, un dolor que te va matando.

Sentir envidia es creer que uno tiene un derecho, es creer que la vida nos debe algo y que es injusto que se nos niegue, pero la vida no nos debe nada, tenemos lo que queremos y lo que podemos y por todo lo que nos falta, hay que luchar. Cuando luchas, ahí la envidia se convierte en deseo y el deseo, se convierte en motor. 

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